clase, generalmente, no motiva al alumno, pues requiere de un sujeto pasivo que debe escuchar y poner atención a lo que dice el docente. Sin embargo, el estudiante, de hoy, dista mucho de ser un sujeto pasivo, por el contrario es un sujeto activo que requiere interactuar, experimentar, expresarse, plantear sus ideas, cuestionar, manifestar sus opiniones.
Una buena opción para motivar a nuestros alumnos puede ser la realización de clases donde exista la posibilidad de aprender cooperativamente. Al trabajar en equipo, los alumnos se convierten en los actores principales y el docente se convierte en un guía, en un asesor que ayuda, conduce, guía y orienta el proceso de aprendizaje. La participación activa hace que los estudiantes se sientan involucrados, motivándolos y favoreciendo su disposición hacia el estudio.
Otro factor que nos puede ayudar para la motivación es, que creamos que nuestros alumnos pueden lograr aprendizajes de calidad, es decir, tener expectativas positivas de su aprendizaje haciéndoles sentir que pueden aprender. Debemos ser capaces de “venderles la clase”, retarlos a aprender, plantearles desafíos que puedan lograr. Las altas expectativas las manifestamos cuando promovemos el esfuerzo y perseverancia, cuando les planteamos proyectos desafiantes y que desarrollen en ellos la autonomía.
Cuando los docentes tenemos altas expectativas de aprendizaje de nuestros alumnos logramos motivación, aumento de la curiosidad, interés y la atención de ellos, a la vez que estamos mostrando seguridad en nuestras propias competencias docentes.
La combinación de la manifestación de altas expectativas y de clases cooperativas donde los estudiantes desarrollen al máximo sus potencialidades darán como fruto un incremento en la motivación de nuestros estudiantes y en su disposición y actitud hacia el aprendizaje.